Juan Helman


El atado

Escribir sin contar es como vivir sin vida. Las palabras serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna del "debe" y otra del "haber" y en la última anota los silencios que supo conseguir. Con las caras de una palabra quisiera hacer piedras y mirarlas todas hasta el fin de mis días. Esas caras siempre tienen otras fugitivas de la boca. Morder la piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la noche. En esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza.
Sólo el dolor lo unirá muerto vivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y todos serán libres.

********************************************************************

Regresos

Así que has vuelto.
Como si no hubiera pasado nada.
Como si el campo de concentración, no
Como si hace 23 años
No escucho tu voz ni te veo.
Han vuelto el oso verde, tu
sobretodo larguísmo y yo
padre de entonces.
Hemos vuelto a tu hijar incesante
en estos hierros que nunca terminan.
¿Ya nunca cesarán?
Ya nunca cesarás de cesar.
Vuelves y vuelves
y te tengo que explicar que estás muerto.

***********************************

Pañuelos

El color del domingo bueno
parece una mujer que sube
la cuesta de su deseo
y hunde sus
dedos
en mí. Roza
ojos que buscan
en lo que pasa nunca más.
La tarde envuelve con pañuelos de seda
la fabricación de una congoja.
Ella avanza hasta
lo que temblamos.